Desnutrición infantil y estimulación afectiva

Por Dr Abel Albino

Desnutrición infantil y estimulación afectiva

Dr. Abel Albino

Hay que hacer de la patria una gran escuela[1].

La desnutrición infantil es asombrosa en Argentina, nación que además de producir por año alimentos para cuatrocientos millones de personas, tiene capacidad para producir fácilmente nutrientes para otros ochocientos millones de habitantes más. Y digo que es asombrosa porque, cuando un país que goza de estas características positivas, genera de modo masivo y creciente niños desnutridos, la fractura cultural que padecen sus habitantes es puesta de manifiesto de modo alarmante.

Téngase presente que, en los países de regiones desérticas, donde no hay agua ni alimentos, existe el drama del hambre y la mortalidad por hambre, lo cual no es una enfermedad sino un hecho trágico; pero donde se producen alimentos para cuatrocientos millones de personas (Argentina), desde el punto de vista de la medicinasocial no hay hambre… ni puede haberla, de modo que lo único que podría existir sería una dramática enfermedad denominada desnutrición infantil; es decir, una enfermedad que no tiene connotaciones físicas (falta de alimentos), sino culturales y éticas.

El hambre se resuelve con alimentos, pero la desnutrición infantil, que es indiferente a la existencia o no de alimentos, se da con ellos o sin ellos. Pensar que la desnutrición infantil se resuelve repartiendo bolsones de alimentos, es no percibir que eso es sólo el signo de una causa más profunda y grave que afectará al niño con independencia de que viva rodeado de manjares… porque en los barrios marginales se puede ser desnutrido siendo hijo del dueño de un almacén con mercadería abundante.

Esta contracultura que da origen a la desnutrición, tiene una serie de concausas, una de las cuales es la desvirtuación de la sexualidad humana, deformación que incita a desarrollar, de modo animal, una desenfrenada libertad sexual fuera de todo marco que establezca con claridad las responsabilidades en las conciencias de sus protagonistas, es decir, un ámbito que ayude a que los progenitores sean conscientes de que él es el papá y ella la mamá, y de que éstos (alimentación y educación integral) son mis deberes, o mejor… ¡nuestros deberes!

Para contrarrestar esta contracultura sexual, es necesario estar precavidos del pernicioso efecto que en los países del primer mundo genera la contracepción artificial (especialmente cuando es microabortiva), pues el primer mundo hoy se encuentra furibundamente golpeado por la inversión de la pirámide demográfica (directamente no tienen niños: ni nutridos ni desnutridos); y si bien estos países (fundamentalmente los de Europa occidental) asustados por el envejecimiento de la población, hoy condecoran a las madres de familias numerosas con generosos subsidios económicos (impensables en el tercer mundo), los esfuerzos pro vida no alcanzan a ser suficientes, puesto que la inculturación de la anticoncepción se encuentra ¡tan arraigada!, que la inmensa mayoría hace caso omiso a las leyes que promueven los nacimientos. Y un testimonio indiscutible de lo dicho es la angustiosa proliferación de geriátricos, donde los ancianos, abandonados por sus hijos, no pocas veces son víctimas de la eutanasia legalizada con la que se los elimina silenciosa y macabramente.

Es muy fácil lograr que no haya desnutridos si la meta es que no haya directamente niños (ni nutridos ni desnutridos); pero con esta negativa concepción demográfica lo único que haremos será generar un envejecimiento poblacional en el cual habrá desnutridos ancianos, es decir, ancianos que mueren por hambre de afecto... y sin que falten los casos de ancianos que mueren, literalmente, por falta de alimentos, lo cual registra anualmente la prensa internacional cada vez que Europa padece un verano caluroso, lo que da origen a una multitud de gerontes que mueren deshidratados en razón de que el personal sanitario de los geriátricos no da abasto cuando los familiares se ausentan durante un mes entero (o más aún) con motivo de las vacaciones y del descanso laboral.

Esta alusión que hago a los países europeos, se debe al hecho de que, en ellos, al mismo tiempo en que la anticoncepción ha logrado una consolidación abrumadora, el modelo socioeconómico que proponen se ha convertido en punto de referencia del progreso social (son los países del primer mundo). Y si bien constituyen modelos admirables en muchos ámbitos (orden cívico, prosperidad económica, estabilidad democrática, cultura del trabajo, alfabetización ciento por ciento, etc.), nos equivocaríamos si considerásemos que tal progreso tiene un vínculo causal con la anticoncepción, pues, hoy día, la pirámide demográfica negativa de estas naciones es el problema prioritario de más alto riesgo para el equilibrio de sus modelos económicos, ya que cada vez son menos las personas jóvenes laboralmente activas que deben sustentar económicay afectivamente a las pasivas (los ancianos); y lo peor es que las soluciones europeas en vigencia son inhumanas o criminales: el geriátrico y la eutanasia.

Y si alguien preguntase: ¿Es preferible que haya geriátricos repletos de ancianos abandonados o multitud de niños desnutridos de por vida?, mi respuesta sería terminante: ¡Ninguna de las dos opciones! Es decir, ni desnutrición infantil ni geriátricos. Porque la propuesta debe ser un modelo social capaz de erradicar los malesculturales latinoamericanos imitando las virtudes europeas (pero no sus errores). Hasta ahora, en los hechos, nosotros venimos haciendo al revés, pues en vez de copiar su cultura cívica democrática y reprobar su demografía, lo que venimos haciendo es seguir sus perniciosos esquemas demográficos, pero manteniendo las listas sábanas, el nepotismo, esquivando el voto electrónico como garante de la pureza del sufragio, etc.

Es necesario atacar a la pobreza, pero no a los pobres… que son quienes la sufren. Las tasas de natalidad elevada son sinónimo de riqueza, no de pobreza; y también son sinónimo de juventud, vigor, fuerza, esperanza, salud, compromiso, patriotismo, fe…pero siempre y cuando se trate de personas con el sistema neurológico sano. Evitar que nazcan niños, o matarlos, es una política pequeña, triste, lamentable; y si esta actitud tendiente a evitar el nacimiento de niños a toda costa fuese fruto de un plan estatal, la pregunta que probablemente quedaría sin respuesta, sería la siguiente: ¿Cuál es el plan?

El desarrollo económico auténtico sólo se logrará con una población numerosa y educada. Gobernar es poblar dijo Alberdi hace casi ciento cincuenta años, y, al unísono, añadió Sarmiento: Hayque hacer de la patria una gran escuela. Y ya es sabido que estas políticas concretas, al llegar la República Argentina a su primercentenario (1910-1916), hicieron que nuestro país estuviera al frente de América Latina y en la séptima posición dentro del concierto mundial de las naciones. Y si hoy estamos nuevamente en la grilla de partida (1853), para retomar el impulso deberíamos pensar alzando la vista al cielo: Pedes in terra ad sideravisus(Con lospies en la tierra y mirando las estrellas), como bien dice el escudo de mi querida Universidad Nacional de Tucumán.

En efecto, ¡pensemos!; si para aprender debemos tener cerebros sanos, será necesario preservarlos; y para preservarlos habrá que alimentarlos y estimularlos adecuadamente, lo que luego nos permitirá educarlos; y si a esto le agregamos cloacas, agua corriente, agua caliente y luz eléctrica en cada casa argentina, el desarrollo será una consecuencia, y ya nunca más nos detendremos, ni mucho menos retrocederemos. ¡Esta es la solución![2]

Es un grave error pretender resolver el problema de la desnutrición infantil con métodos artificiales de control de la natalidad. Al decir de un amigo, sería pretender terminar con los accidentes de autos cerrando las fábricas de vehículos; ciertamente, en cinco años no tendríamos más accidentes, pero tampoco tendríamos autos. Debo reconocer que esta propuesta de cerrar las fábricas para evitar accidentes no es mala, sino ¡pésima… vergonzosa... e impropia de un universitario! Y lo mismo cabe decir cuando el Estado, en vez de promover que haya más trabajo y enseñarle a todas las familias a sentarse en torno a una mesa, pretende suprimir la cantidad de comensales por medio del control artificial de la natalidad.[3]

Es cierto que con más natalidad habría más bocas para comer, pero también habría más cerebros para pensar, y más brazos para trabajar. Por eso considero convenienterecordar que Argentina es un país enormemente grande, sorprendentemente rico y peligrosamentevacío, puesto que tenemos diez veces la superficie de Italia, pero con la mitad de su población. Y si gobernar es poblar, ¿cuál es la política de gobierno, o mejor, la política de Estado a la que las sucesivas políticas de gobierno adhieren sin producir los lamentables vaivenes de aquellos gobiernos que borran lo que hicieron los anteriores? ¿Tenemos políticas de Estado como las que hubo durante los sucesivos gobiernos de la generación del 80… o más bien políticas malthusianas ya condenadas explícitamente por Juan Bautista Alberdi en Las Bases?[4]

Argentina necesita que no haya desnutridos, pero también necesita una pirámide poblacional joven. Y es una vergüenza que se intente lograr el desarrollo discriminando, matando (caso del aborto y los microabortos), o incitando a eludir la responsabilidad del acto sexual… como cuando el niño es inesperadamente gestado como consecuencia de un acto anticonceptivo fallido… gestación que, no pocas veces, conduce al crimen del aborto (la evasión máxima de responsabilidad en el acto sexual); y esto está muy lejos de contribuir a paliar la evasión de responsabilidad que pone de manifiesto la desnutrición infantil (niños abandonadossin higiene, sin alimentación, sin estimulaciónfísica ni psíquica (auditiva, visual, afectiva y social).

Además, es un grave error pretender resolver la desnutrición por medio de la contracepción y el aborto, pues a una mujer con niños desnutridos, el aborto le genera nuevos traumas con negativas huellas psíquicas difíciles de revertir… y científicamente probadas, las cuales le dificultarán (e incluso la podrían incapacitar) en su rol futuro de madre. Porque, para educar, la madre tiene que estar psíquicamente bien, y en esto el aborto no ayuda. De hecho, cuando el diagnóstico médico determina que un niño está desnutrido, y que es pasible de sufrir un daño neurológico de por vida, es necesario proceder a un tratamiento combinado urgente, el cual necesita una madre psíquicamente equilibrada, pues el tratamiento está basado en promover primero la estimulación (besar al niño, cantarle, hablarle, hacerlo jugar, tenerlo en brazos...), y luego la nutrición (amamantarlo, alimentarlo adecuadamente, enriquecer sus comidas, fraccionarlas, aportarle vitaminas y minerales...). Todo ello Incide directamente en el peso, la tella y el desarrollo neurológico del niño. Revertir la desnutrición en un niño exige poner punto final al hecho de que éste sea menos amable (difícil de querer y expresarle afecto); porque no debe olvidarse que un niño desnutrido causa distancia instintiva: es flaco, feúcho, maloliente, pasivo, poco demandante, rara vez pronuncia palabras para entablar un diálogo (gutural, al menos), y, por ende, no dan ganas ni de abrazarlo, ni de cantarle, ni de besarlo, ni de jugar con él.Y es eso justamente lo que él necesita y desea!!!

Todo esto lleva a que el niño experimente soledad y abandono, y a que se desencadene una progresiva depresión que lo debilitará a la hora de reclamar el afecto que necesita y merece. Ahora, si verdaderamente queremos recuperar la dignidad de estos niños, habrá que elaborar planes de formación, alegres y optimistas, que tiendan a higienizarlos y perfumarlos, a nutrirlos y mimarlos, a gozar con ellos hablándoles al oído, a sonreírles, cantarles, abrazarlos y rescatarlos de la soledad cultural en que se encuentran inmersos. Y para lograr esto habrá que comenzar con la madre, higienizándola y perfumándola (para que el niño también disfrute), y elevarle a ella su autoestima, lo cual le permitirá sonreírle y cantarle a su hijo, de modo que el niño descubra en su madre alguien a quien acudir con deseo; y digo que hay que enseñarle a la mujer a cantar, pues quien conoce el marco social de la desnutrición, sabe que en dichos ámbitos generalmente no existen canciones familiares o infantiles, ni músicas que constituyan una tradición, ni valores patrios o logros colectivos con los que los integrantes de la familia experimenten identificación alguna, ni aniversario de casamiento para festejar, ni anécdotas familiares..., pues la casa o tapera del niño desnutrido es triste, oscura y gris, desprovista de colores, música y alegría, sin cuadros ni fotografías de gratos momentos familiares a recordar, en síntesis, amarga. En ella no dan ganas de estar, sino de huir. Y nuestro niño iniciará su curación cuando él y su madre recíprocamente se sonrían y redescubran el uno al otro. De modo que, cuando se fortalezca el vínculo madre-hijo y florezca la dignidad y la alegría, elniño encontrará un clima propicio para recuperarse ¡Y es obvio queel trauma psíquico que genera, en una mujer el aborto está muy lejos de ser una contribución positiva para realizar tal conexión psicoafectiva con su hijo!

En una mujer, el aborto es todo lo contrario a la vocación afectivamente estimuladora que a una madre le compete. Ver a un hijo en el vientre como si fuese un tumor, y proceder al filicidio intrauterino,no forma parte de ninguna terapia lógica que pretenda rescatara un niño de la desnutrición. En cambio, ayudar a la madre apercibir su condición de pastora y hontanar de la vida, en definitiva…de madre, la llevará a disfrutar de ese hijo mientras viva.

Por tanto, las campañas de anticoncepción que empujan a quelas madres reciban a los niños como niños no queridos, es decir,como accidentes inesperados al fallar los métodos anticonceptivosutilizados, son totalmente desacertadas. Por eso, cuando el mensajede una sociedad es: ¡No tengan hijos! ¡Los hijos son un problema!, o cuando se hace creer que ser padre o madre es un acto quelo convierte a uno en terrorista demográfico, estamos muy lejos defavorecer la cultura de la vida y del afecto hacia los niños, clavecultural necesaria para suprimir la desnutrición infantil.

La ciencia cada vez insiste más en el hecho de que la educacióny estimulación de un niño comienza en los estadios iniciales de lavida (en el mismo seno materno). Por ejemplo, consta positivamenteque la depresión de una madre influye en el hijo que llevadentro; y lo mismo cabría decir de las alegrías, angustias, violencia...

Por tanto, quienes consideran que la comunicación entre unamadre y su hijo es sólo por la vía del cordón umbilical, y de tipofísico, son, en el mejor de los casos, ingenuos. No se trata solamentede que la madre no fume durante el embarazo, o que notome alcohol en exceso, o que se prive de determinados medicamentos,también hay que procurar que transmita a la criatura laalegría de la concepción. De aquí que el desagrado de una madre alsaberse embarazada por el fracaso técnico de una píldora o unprofiláctico, se transmita afectivamente al niño como mensaje dedesprecio y rechazo; y lo mismo sucede cuando los progenitorespiensan en la posibilidad de abortar. Y a esto se añade que, unavez nacido el niño, su desarrollo físico estará directamente condicionadono sólo por el alimento que reciba, sino por los besos, cariciasy sonrisas con que se lo trate.

Por tanto, teniendo en cuenta la situación descripta, urgeevitar toda propuesta que genere nuevos traumas a la autoestimade sus protagonistas. Es decir, si necesitamos una madre que sonríay le cante a su hijo para rescatarlo del autismo cultural en quese encuentra inmerso, a dicha madre no le podemos sugerir unaborto, puesto que difícilmente podrá sonreír con sinceridad (oabrazar, cantar y besar) a su hijo, una madre que todos los días desu vida recuerda la sensación de aquellas tenazas que con su consentimientotrituraron en el pasado a otro hijo suyo. Y lo mismocabe decir de una mujer que utiliza un DIU (o la píldora del día siguiente),cargando de por vida con las dudas, conscientes o subconscientes,de su posible responsabilidad en varios abortos. Enmis años de ejercicio profesional acumulé muchos testimonios directosde mujeres de distintos sectores sociales con un denominadorcomún: ser depresivas para siempre por haber incurrido en elgravísimo error del aborto, o en conductas dudosas vinculadas almismo (inyecciones, píldoras del día después, etc.).

En un país como el nuestro, si a una madre analfabeta se leenseña a leer y escribir, a cocinar, a amamantar, a higienizar a sushijos y a estimularlos afectivamente..., la cantidad de niños quetenga podrá ser una indudable fuente de dificultades, pero nuncaun foco que genere desnutrición infantil. Pero si en vez de capacitarlapara que sea mejor madre, se le enseña a temer al embarazocomo si fuese un tumor, una complicación, una irresponsabilidad,o una desgracia… o si se la invita a considerar a los niñoscomo si fuesen peligrosos perros enfermos de rabia, los hijos quenazcan serán inconscientemente niños no queridos, carentes deamor, abandonados y, por ende, firmes candidatos a la desnutricióninfantil. Y para lo dicho téngase presente que las familias europeasde la posguerra, que se insertaron en la cultura del famosobaby boom norteamericano de fines de los años cincuenta, eranfamilias numerosas y con dificultades económicas, pero siendocultas y alfabetizadas, no tenían, pese a la extraordinaria carenciade alimentos, niños afectivamente desnutridos, porque si bien carecíande alimentos (hambre), les sobraba estimulación y desarrolloneurológico (en virtud del cariño y amor con que se los acogía).

Y si uno se preguntara, ¿por qué los pueblos europeos tras laII Guerra Mundial se recuperaron en tan pocos años?; es decir,¿por qué un país como Alemania volvió a tener el mismo ProductoBruto una década después, si en los últimos meses del conflictotodas sus ciudades fueron arrasadas salvajemente por los avionesaliados?[5] La respuesta es simple: ¡Porque sus ciudades estaban destruidas,pero los cerebros intactos! Y si alguien objetara: ¡Ellos tuvieronel Plan Marshall!, entonces responderé: ¡Sí, pero también tuvieronel cerebro intacto que les permitió aprovecharlo! Y esto hay queaclararlo, porque Argentina tuvo, en los últimos cincuenta años,mucha ayuda financiera internacional dilapidada, y en gran medidapor la ingente cantidad de ciudadanos con su cerebro parcialmentedañado.

Por tanto, si nos preguntásemos seriamente: ¿Por qué los alemanesse pudieron rehacer en tan sólo diez años, mientras los argentinos desde hace ochenta venimos a los tumbos socioeconómicose institucionales sin terminar de emprender un vuelo decididohacia el pleno y universal desarrollo?, la explicación exigiría teneren cuenta una serie de circunstancias:

  • Una parte considerable de nuestra población tiene su cerebrodañado por la desnutrición y falta de estimulación afectiva padecidaen los dos primeros años de vida.
  • El sector dirigente es consciente sólo de la desnutrición manifiesta(niños visiblemente raquíticos y deformados por la desnutrición),pero no capta la desnutrición masiva y oculta compuesta porniños que desertan de la escuela cuando sus cabezas, a partir decierto momento, ya no les da; pues su cerebro tuvo un crecimientodel 35 %, 40 %, etc. (algunos alcanzan a sumar y restar, pero no adividir y multiplicar; otros multiplican y dividen, pero nunca entenderánel teorema de Pitágoras, etc.).
  • El sector dirigente tampoco comprende el nexo existente entrela falta de templanza sexual y la desnutrición infantil, lo que sepone de manifiesto cuando pretenden paliar el problema técnicamente(no éticamente) con repartijas masivas y gratuitas de anticonceptivos,las cuales terminan siendo auténticos planes de fornicaciónasistida, sumamente aptos para generar ejércitos de niñosindeseados, los cuales, por venir al mundo como fruto de un sexopromiscuo, sin amor ni compromiso, serán víctimas de graves descuidospaternos y maternos en la alimentación y estimulaciónafectiva durante los dos primeros años de vida… que son los másimportantes para el correcto desarrollo cerebral.
  • No se percibe la importancia de fomentar el estudio sistemático,a nivel universitario, de las demás concausas científicas de ladesnutrición, lo que se puede constatar cuando los especialistasintentan vanamente resolver el problema sobre la exclusiva base deuna buena organización en la distribución masiva de las bolsas dealimentos.
  • Tampoco se capta la importancia de contribuir a que hayaun clima cultural de castidad en el seno de nuestra sociedad. El autocontrol, si es enseñado, será aprendido. En definitiva, el hombre realmente libre, es el que hace lo que debe. El que hace lo que quiere es un esclavo de sus pasiones.

Hay que volver a la familia, la única escuela de humanidad que existe. Donde aprende un varón a ser varón, sino es mirando a supadre?. Donde aprende una mujer a ser mujer , sino es mirando a su madre?. Donde se aprende a respetar a un anciano, sino se tuvo un abuelo, a un bebito sino se tuvo un hermanito o un sobrinito, o a un enfermo si no se ha vivido en ese ámbito La familia, la familia, por favor, patrimonio de la humanidad.


[1] Domingo Faustino Sarmiento.

[2] Reitero que la desnutrición infantil no existe sin suciedad, miseria y falta de higiene, y que no hay cultura higiénica sin agua caliente; y esto es tan obvio que basta con visitar en Roma las Termas de Caracalla: aquellos grandes baños de agua caliente con los que los romanos promovían la cultura de la higiene en sus ciudadanos como factor de progreso; por tanto, urge una política de estado centrada no sólo en la universalización del acceso al agua potable, también al agua caliente; y me pregunto: ¿Será posible que los romanos hubiesen vislumbrado hace dos mil años la importancia del agua caliente, mientras en el discurso político argentino de las últimas décadas ésta sea una cuestión que brilla por su ausencia?

[3] Esta imagen (la reprobación de la voluntad de reducir los invitados al banquete) era utilizada con frecuencia por el Romano Pontífice Pablo VI.

[4] Alberdi, J. B., Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, Ed. Plus Ultra, Buenos Aires 2001, p. 239: A fines del último siglo por falta de equilibrio entre los alimentos y la población, la política económica protestó por la pluma de Malthus contra el aumento de la población, porque en ello vio el origen cierto o aparente de la crisis; pero aplicarla a nuestra América, cuya población constituye precisamente el mejor remedio para el mal europeo temido por Malthus, sería lo mismo que poner fin a un infante extenuado por falta de alimentos bajo el rigor de la dieta pitagórica, por la razón de haberse aconsejado ese tratamiento para un cuerpo enfermo de plétora. Los Estados Unidos tienen la palabra antes que Malthus con su ejemplo práctico, en materia de población, pues con su aumento rapidísimo han obrado milagros de progreso que les hacen ser el asombro y envidia del universo; Juan Bautista Alberdi ya había leído, pausadamente, en 1838, la obra de Malthus (Ensayo sobre los principios de la población), en la que afirmaba su conocida doctrina según la cual la población mundial crece a ritmo geométrico, mientras los alimentos lo hacen a ritmo aritmético… lo cual incitaba a reducir la población, pero su teoría hoy está desacreditada, pues el problema ya no se admite que sea la falta de alimentos, sino la falta de ética en su distribución (puesto que los alimentos sobran).

[5] La ciudad de Dresde, por ejemplo, vio morir a 200.000 hijos suyos (todos civiles), en tan sólo dos noches de bombardeo de los aviones ingleses, quienes lanzaron genocidamente sus bombas, en un operativo ejecutado de modo macabro y vengativo contra una población totalmente indefensa; lo que luego se repetiría en todas las principales ciudades de Alemania.

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