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La Academia

Qué es y cómo nació la Academia del Plata?

La Academia del Plata fue fundada el 20 de abril de 1879 a iniciativa de alumnos del Colegio del Salvador que poco antes de egresar propusieron al Rector la fundación de un centro literario, a fin de “fomentar su amor a la filosofía católica y a la literatura, y conservar el espíritu cristiano recibido en esa institución”. En el Estatuto de la asociación se lee que su objeto es el de “promover todas las manifestaciones de las ciencias, las letras y las artes que den testimonio del pensamiento católico de la vida cultural argentina”.


Conforme con el propósito de sus fundadores la Academia desarrolló una proficua labor manifestada en disertaciones públicas y privadas en reuniones periódicas por las que desfilaron en las primeras décadas de su existencia – por demás conflictiva en el terreno político y religioso que vivió nuestro país – no sólo egresados del Colegio jesuita sino que incorporó a las más relevantes figuras del catolicismo argentino como Felix Frías, José Manuel de Estrada, Santiago de Estrada, Pedro Goyena, Tristán Achával Rodríguez, Manuel D. Pizarro, Emilio Lamarca, Apolinario Casabal, Pedro L. Funes.

Y unos años después incorporó a otros hombres públicos de alto prestigio literario como Carlos Guido Spano, Calixto Oyuela, Juan Zorrilla de San Martín, Rafael Obligado. Con palabras de José Manuel de Estrada, la Academia “es una asociación formada por vínculos superiores que le aseguran inalterable concordia y tanto brillo como fecundidad.”

Desde entonces y a través de los avatares que marcan la historia, la Academia ha mantenido su esencia ampliando su objetivo a todos los campos del saber científico, incorporando académicos destacados en la historia, la sociología, la filosofía, la economía, el derecho, la biología, la medicina, la literatura, el arte, entre los que se pueden recordar a Héctor y Guillermo Lafaille, Rómulo Etcheverry Boneo, Gustavo J. Franceschi, Rómulo Carbia, Juan E. Solá, Alejandro Bunge, Mario Olaciregui, Emilio Lamarca entre otros, todos bajo la común creencia católica de que en todo saber hay parte de verdad y que un conocimiento profundo del hombre no se alcanza sólo con la teología, sin las aportaciones de otros muchos saberes a los cuales la teología misma hace referencia.

Como lo expresa el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia Católica (n° 79) “la apertura atenta y constante a las ciencias proporciona a la doctrina social de la Iglesia competencia, concreción y actualidad. Gracias a éstas, la Iglesia puede comprender de forma más precisa al hombre en la sociedad, hablar a los hombres de su tiempo de modo más convincente y cumplir más eficazmente su tarea de encarnar, en la conciencia y en la sensibilidad social de nuestro tiempo, la Palabra de Dios y la fe, de la cual la doctrina social “arranca”.