Letanía inocente a la Virgen María

Martín Descalzo, Jose Luis

Martín Descalzo, Jose Luis

Para cantarte traigo a mi regazo los ríos,
los numerosos ríos del silencio
de tantos años, tantos como llevo
intentando cantarte, prometiéndote
concentrar, mi dulzura, mi cariño, mis sueños,
todo cuanto la vida fue poniendo a mi vera
para la clara lumbre de tu clara figura.

Quiero traer mis pájaros
mis amorosos pájaros nacidos en mundos
extrañísimos,
la claridad del rayo que asusta la pradera
el relámpago rojo del amor en el bosque,
la imaginada selva, el pez que vive el agua
y la comprende hasta los mismos huesos,
la cima donde el hombre nunca ha llegado a amar,
todo cuanto no he visto, todo cuanto no sé si entiendo
todo sobre tu nombre.
Sobre tu nombre, el nombre de mis sueños más ciertos,
los nombres de las calles de mi infancia,
los nombres distintísimos de todos mis juguetes,
el nombre del balón, de la nieve, del mundo.

Para tus ojos claros mi infancia renaciendo,
para el temor blanquísimo de tus manos de niña
todas las azucenas que mis ojos han visto.
Todo el pan que he comido, todo el trigo que pude
yo sembrar con mis manos,
todo el sol que ha rozado mi piel como una madre
para tu cabellera, todo, todo.

Mis bosques, la pupila del agua emocionándome,
las amapolas súbitas, el verde pacientísimo de la pradera mansa,
el silencio cerrándose como un beso en sí mismo,
los ángeles bajando por el sol hasta el alma
y toda la alegría, toda esa primavera concentrada y chiquita,
todo para tus labios, para tus besos todo.

Para tu nacimiento tu voluntad de vida,
para tu nacimiento mi residuo de muerte,
para tu nacimiento sin mancha, mi pecado.

Para tu infancia todo mi cariño de padre ya imposible.
para ti, niña de dos años,
todo el montón enorme de mis caricias muertas,
todos, todos mis besos retenidos
para tí, niña mía, para tí, niña mía de dos años
que ahora aprendes a andar,
a sostenerte y sostenernos mucho,.
Para la pequeñez de mis manos inermes
estas sencillas lágrimas que estoy llorando ahora
éstas que lloro siempre cuando pienso en tus manos.

Para tus juegos blancos voy a traerte todas
las muñecas del mundo,
para los lazos rojos de tus trenzas chiquitas
voy a traer los "Te amo" que no diré en mi vida;
y para ese pañuelo, para ese pañuelo
con que vas a jugar tantas veces a "madres"
voy a traerte el lino de mi primera misa.

Para tu Anunciación
voy a traerte el ángel de cristal de mi gozo,
el ángel de esta espera, de sol, o viento o risa;
el ángel construido de amanecidas todo,
el casi analfabeto
que sabe solamente el Ave gratia plena,
que no es más que palabras,
que se va a deshacer en cuanto las pronuncie.

Para tu fácil parto la ligereza de los cerbatillos
para tu llanto al verle, un agua hecha de Dios.
como una clara fuente.
Para tu primera nana, el canto solitario de todas las estrellas
el acorde balido de todos los rebaños,
todas las risas de los niños, frescas.

¿Y qué para tus manos?. ¿Qué para tu temblor
al sentirle de carne, de tu carne y tu llanto
al repasar su forma diminuta de Dios?
Para tus manos sólo mis manos, nuestras manos,
tanto como han llorado desde que el mundo es mundo,
tanto que se han quejado al pasar por las cosas,
al tocar azucenas y lirios y gladiolos,
al saber que tardaba la hora de tocarle.

Para ti nuestras manos. Para ellas solamente
la lluvia de tus besos,
tanto solo como llevas en tus labios dormidos,
para ellas el sencillo laboreo de todas
tus abejas dulcísimas, para que nos las cambies,
para que se equivoque Dios al buscar tus manos.

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