Glosa antigua al celebre icono oriental de
La Virgen de Vladimir o de la ternura
El niño mira a su madre
con los ojillos del alma.
La madre le respondía
con su corazón en ascuas:
–Madre, déjame crecer
como el sauce junto al agua,
a tu orilla, por el aire,
la luz de nieve en la rama.
Madre, déjame apoyar
mi cabeza en tu almohada,
mis nubes en tus mejillas,
mi corazón en tu llama.
Su madre le respondía
–la ternura enajenada–
, derritiéndose sus ojos
en miles de estrellas claras.
–Cómo me llena, hijo mío,
cuando te aprieto y me abrazas;
eres mi tierno tesoro,
la joya de mis entrañas.
Tú eres mi mar y mi cielo,
el balcón de mi mirada,
partitura de mi risa,
de mi silencio cantata.
El niño, siendo un lucero,
se ha dormido en la mañana.
Su madre le sonreía.
Al amanecer, el alba...
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