Fin de Fiesta

Por Jesús María Silveyra

Por Jesús María Silveyra

Voy a escribir
este último poema,
cerrando el libro
de la mejor manera.
Quiero cantarle
al amor,
a la familia,
a la patria,
y a mi Señor de los Señores.

De la patria, la bandera,
celeste y blanca como el cielo,
que, por lo bajo, todo tiene:
montañas, selvas, desiertos y lagos;
que también tiene la pampa
y la pampa es un mar de recuerdos,
como lo es mi querida Buenos Aires,
misteriosa, junto a la Biela,
ahí nomás del cementerio,
donde enterramos:
hija, hermanos, padres y abuelos.
La patria es el pan,
los ancestros y la tierra.

De la familia, el abrazo,
y también la sangre
que corre por las venas.
Padres y hermanos queridos,
esposa, hijas e hijos amados,
y también los nietos que llegan.
Generaciones que van amasando,
ese pan salido de la tierra,
que luego será también patria,
recuerdos y poemas.

Familia es el todo,
juntos en la mesa,
discutiendo o coincidiendo,
pero la mayoría de las veces,
cantando juntos,
alegrías o penas.

En Dios mi corazón,
en Él confío y en Él espero,
también el abrazo de familia,
pero lleno de luz y eternidad
cuando pueda saltarle al cuello
y decirle con un beso:
“Señor de mis Señores,
he peleado hasta el fin
el buen combate,
concluí mi carrera,
he conservado la fe”.
Entonces, Él me dirá:
“Querido hijo,
acá ya no habrá más penas
ni amarguras,
ni dolor, ni lágrimas,
he desterrado el sufrimiento,
has cruzado el valle
y vencido a la muerte,
te reencontrarás con tu hija:
mira, allá está,
corre a besarla”.

Por último, el canto al amor,
en mi querida mujer,
amiga y confidente,
amante aún, sufriente,
que sabe escuchar,
que siempre espera,
mi ardor de amor,
saltando como un niño
sobre su puente rojo.

(*) poema extraído del último libro publicado por Jesús María Silveyra, "Cantando al Amor"

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