Reflexiones sobre el arte

Por Francisco Travieso

Dr. Francisco Travieso

Señor Presidente de la Academia del Plata, Señores miembros de esta antigua y prestigiosa institución a la que debo el honor de haber sido invitado a incorporarme en razón de mi oficio de pintor, condición sustancial de mi persona.

Esta incorporación, constituye para mí una distinción que agradezco vivamente, y que entiendo más que a mi persona significa un reconocimiento a las actividades del espíritu.

Es razonable que les hable, no de mi trabajo, sino de las circunstancias que lo rodean, los pensamientos y los empeños para su realización. Sea como presentación y correspondencia que amerita vuestra gentileza.

Con vuestra licencia, he de remitirme previamente al emocionado recuerdo de mis padres, quienes muy jóvenes dejaron este mundo y, ruego al Señor que con su infinita Misericordia los tenga bajo la Luz de su Grandeza. Evocación inseparable de la vida familiar de aquella mi niñez y juventud, cuando “la exaltación severa de la vida” al decir de Eduardo Mallea era la característica de la vida argentina. Cuando decir familia era consustancial a la reunión de la mesa donde padre, madre e hijos rendían cuenta del quehacer de cada día. Donde se enunciaba con la elocuencia de las palabras y el ejemplo la axiología que hizo de cada hogar una afirmación de valores, religiosos y cívicos, de amor a Dios y a la Patria.

Mi agradecimiento a mi familia, en especial a mi esposa con quien comparto por sobre toda circunstancia la alegría de remontar la cuesta de la vida. A mis cuatro hijas. Ellas sabrán si recibieron algo de lo que recibí en mi hogar paterno y espero puedan transmitirlo a su ya numerosa descendencia.

Sitial de Juan Antonio Ballester Peña

Tengo el honor y me es grato ocupar el sitial del pintor Juan Antonio Ballester Peña. Maestro que realizó una profícua labor que enaltece la pintura argentina. El Arte Sacro ocupó preferentemente su atención que puede preciarse en numerosas obras. Lo asocio al recuerdo de otros artistas como el músico, maestro coral Mons. Jesús Gabriel Segade, de Norah Borges, de Alfredo Guttero, de Miguel Carlos Victorica y de Leopoldo Presas, entre algunos otros que dejaron al país la donación de sus talentos objetivados en obras de valor sacro de original importancia.

Es distinto y especial abocarse al tema del Arte Sacro. Se otorga erróneamente y con ligereza la denominación de sacro al simple relato exterior y anecdótico. El Arte Sacro en sentido estricto expresa una interior devoción en la ejecución del todo alejada del estereotipo de la historia de la religión que reducen las estampas que se encuentran en los comercios.

Los artistas que he mencionado han realizado obras de una sacralidad, emocionante hacia la devoción por medio del arte, y conmovedora como arte conductora hacia la fe.

Considero oportuno extender la presente evocación de Ballester Peña a los mencionados artistas como una contribución de homenaje al Arte Argentino.

Fue Federico von Schlegel quien señaló que todo arte es sacro en la medida en que es expresión de la naturaleza sobrenatural del alma humana. En tal sentido en la pintura de Ballester Peña, como en los frescos de San Marco, en Florencia del Beato Angélico, está en presencia de Dios, tanto como en la conducta de toda una vida manifestada en Van Gogh y Cézanne. El arte es esencial al mundo de la cultura en su relación con la religión en toda la naturaleza humana; en los artistas nombrados y en forma más explícita en Maurice Denis, en Rouault y en Matisse, en los tiempos modernos.

Juan Antonio Ballester Peña nació en 1895 en San Nicolás de los Arroyos. Espíritu severo exploró profundamente todos los aspectos del arte. Forjado desde joven en su repugnancia por la injusticia social (que mantuvo siempre) como grabador e ilustrador su compromiso político lo llevó a contribuir en publicaciones anarquistas como La “Protesta”, “Campana de Palo” y “Nuestro Tiempo”. Altivo desde siempre, no por áspero menos cordial y caballeresco. En 1932 fundó el taller de Arte cristiano San Cristóbal y participó activamente del recordado Convivio de los Cursos de Cultura Católica junto con figuras señoras de la cultura nacional e internacional como Jacques Maritain y Raissa Maritain. Ilustró libros de Álvaro Junque, Ulises Petit de Murat, de Leopoldo Marechal y muchos otros. Fue un eximio ceramista con vínculos amistosos con Arrans destacado en esa disciplina.

Talentosos pintores muy distantes de compartir su fe y su manera de ser, apreciaron y valoraron su obra, siguiendo respetuosos su autorizado consejo; su guía crítica y honesta. El gran artista que fue Santiago Cogorno siempre me manifestaba su admiración por la inteligencia y la cultura de Ballester Peña. Carácter potente y reflexivo, desdeñaba las difusas sensaciones de la llamada inspiración tan afectas al romanticismo. Católico inclaudicable; sin faltar a la caridad, su trato no fácil denotaba en su actitud resabios del anarquismo forjado en su juventud.Naturaleza altiva e intransigente mantuvo su categoría de gran artista hasta sus últimos días. Argentino cabal, su origen advertíase en la arrogancia gentil de su ascendencia agudizada por su barba a la española, que asemejábale a la de un caballero del Siglo de Oro.

En 1938 recibió el premio del Salón Nacional de Acuarelistas y Grabadores. En el en Salón Nacional de 1940 recibió el premio Eduardo Sívori. Tercer premio de la Comisión Nacional de Cultura en 1942. Fue convocado al Premio Palanza. En el Monasterio Benedictino de Cristo Rey de Tucumán de El Siambón se encuentran sus notables pinturas sobre piedra. En Pinamar provincia de Buenos Aires realizó los murales de la Iglesia Nuestra Señora de la Paz. Como así mismo en la Iglesia San Isidro Labrador de San Isidro. Recibió el Premio del Ministerio de Agricultura de la Nación. Sus obras se encuentran en el Museo Nacional y en los Museos Vaticanos y en importantes colecciones particulares.

Su participación en los Cursos de Cultura Católica se destacó entre artistas e intelectuales de la época como José María y Santiago de Estrada, Atilio D’ell Oro Maini, Leopoldo Marechal, Francisco Luis Bernárdez y Jacobo Fijman entre muchos otros.

Yo soy yo y mis contradicciones dijo Gregorio Marañón. Podría aplicarse a la rica personalidad de Ballester Peña. Fue autor no solo de temas religiosos; también ocupó su atención paisajes pampeanos y retratos. Fue escenógrafo del Teatro Colón.

Si fue un inconformista con su medio, lo fue antes y más con su propia persona. Como verdadero artista, nunca estuvo satisfecho. Siempre tuvo una juvenil y arrolladora inquietud por innovar dentro de la tradición. Nihil innovatur sine quod traditium est, decía Unamuno. Con orgullo asumió y comprendió como pocos que la vida del artista es compromiso y testimonio.

Lo frecuenté con las reservas que oponía el alcázar de su inabordable y recoleta personalidad. Su estudio en la calle Charcas era un ámbito claro y austero que evidenciaba la respetabilidad del maestro.

Falleció en Buenos Aires en 1978. La formación cultural insuficiente de la comunidad lo privó del reconocimiento y gratitud a que se hizo acreedor. Es un caso más en que por ignorancia vastos sectores no pueden participar de la alegría de la contemplación de su obra.

Ballester Peña, con la sabiduría de su obra bien cumplida asumió con serenidad su elevado destino de Buen Cristiano y Gran Artista. Me honra ocupar su sitial.

Lo inefable

He de referirme a lo inefable del asunto del arte. Se trata de una cuestión esquiva, más, diríamos imposible de alcanzar en términos de conocimiento conceptual. Indefinible por naturaleza, podría entenderse como que su principal característica de indefinilidad es su precaria condición para de algún modo definirla. Desde ya admitimos encontrarnos con tarea superior a nuestras fuerzas. Agradezco la indulgencia de vuestra atención. Paradoja es que en la actualidad cuanto más se habla del tema, menor es la creación de obras de arte.

Belleza, arte, poesía, son conceptos que seducen por su delicuescencia, su volatilidad. Ideas que reducimos a la belleza artística dejando la belleza que pudiera haber, la hay, en otras actividades humanas como la geometría, la medicina, indagaciones cuyo objeto puede analizarse a través de pruebas concretas y comprobables. Por el contrario es incierto vislumbrar cual es la razón del agrado que nos produce la poesía. Ahondando la cuestión nos animamos a afirmar que estas cuestiones del arte son hijas más de la Gracia que del cálculo.

La falta de claridad y precisión ha dado lugar infructuosamente a la invención de múltiples metáforas.

La contemplación, medio de acercamiento limpio e inocente ante la presencia del arte, está en los misterios con que Dios con infinito amor otorga los dones, y solo así con paciencia y perseverancia se podrá lograr alguna respuesta.

La obra de arte carece de contornos definidos con la exaltada penetración de la misma poesía, develaremos, a tientas y con cautela algunos de esos extraños contenidos.

Esas cosas inasibles como las llamaba Rilke que son el asunto del arte es difícil abordarlas en sus límites y alcances por lo que definirlas generalmente es un ejercicio conjetural. Son extrañas existencias que a medida que muestran ocultan. Soledad y silencio donde se incuban voces interiores, imágenes caóticas y difusas, saberes acumulados y no discernibles, y fenómenos más allá de la experiencia. Donde se cruzan sobrevivencias y se superponen circunstancias contradictorias de un tiempo que es plural y complejo. Acumulación que se traduce en angustia y desasosiego. Sólo quien lleva a un artista dentro de su pellejo, siente ese fuego que lo corroe.

En palabras del gran director musical Gian Carlo Menotti “El arte se convierte en una amante exigente y celosa que reclama atención total y dedicación ciega. El trabajo del artista no termina nunca, nunca lo deja en paz. El artista no cierra su oficina y se olvida de su trabajo hasta la mañana siguiente. Come, duerme, viaja, hace el amor, y todo el tiempo en el fondo de su cabeza la obra le ronda el cerebro. Muchos de los aspectos de la vida pasan a ser secundarios; quien conviva con un artista sabe, advierte y es testigo de lo que me refiero. A veces la vida social de un artista pasa a ser marginal, inclusive una excentricidad. Con quienes lo rodean puede ser indiferente, incomprensiblemente cruel o ingenuo”. En una de sus obras “Retrato de un artista adolescente”, Joyce (1) hace exclamar a Stephen “el arte no es una escapatoria de la vida. El arte al contrario es la misma expresión central de la vida”. El artista afirma la plenitud de su propia vida y crea. La poseía no es un mero adorno que acompaña la existencia humana, ni solo una pasajera exaltación ni acaloramiento y diversión. El arte es el fundamento que soporta la historia y por ello no es tampoco una manifestación de la cultura y menos aún una mera expresión del alma de la cultura(2).

El suceder

En silencio, alerta a lo que sucede adentro es la actitud del pintor al acecho, como la del poeta frente a la palabra o la del músico frente a la nota.

Como dijo el poeta:

“Converso con el hombre que siempre va conmigo. Quien habla solo espera hablar con Dios un día”. Antonio Machado.

De los artistas al encuentro de su tono, cazadores de furtivas y huidizas imágenes haciendo un camino muchas veces incierto. Experiencia intransferible e inexplicable como el amor, esencias que la razón no entiende.

Las motivaciones de esa labor no encuentran respuestas satisfactorias. Las pocas revelaciones surgen de merodeos no siempre previstos que acontecen simplemente sin otro anuncio que una misteriosa exaltación, un entusiasmo, que encausado puede ser un camino. Es cuando se hace necesario, con paciencia y obstinación, serenamente concentrarse y sorprenderse con el encuentro de una aventura de desocultamiento que es fuente de alegría. Frecuente será resignarse al comprobar que como en todo lo humano se transita el error setenta veces siete.

La mano de algún maestro del pasado se apreciará como una ayuda magistral. Como dijo André Malraux “Obra de arte es la que viene de otra obra de arte”. Dante bajo la tutela y guía de Virgilio. Una extraña sensación de alteridad asalta al autor, toda vez que el resultado es en parte distante de la concepción original.

En el caso del pintor es en el plano; superficie limitada según los postulados de la geometría, es el espacio bidimensional donde hace posible la obra. Conmovido se suscita en su interior la “petite sensation” como decía Cézanne. Ese emocionante concierto de intuición y razón, que el artista, si es tal, sostendrá tenso para hacer visible la poiesis en la obra. “Petite sensation” alarma producida o productora de imágenes originadas por alguna presente o remota realidad. “Todo esfuerzo auténtico de creación es interior. Pero hace falta nutrir el sentimiento con la ayuda de elementos que nos vienen del mundo exterior”(3). “Condition de la Beaute q’ elle soit en vois” (Stephan Mallarme). “Esté atento a lo que surge de usted mismo y póngalo por encima de todo lo que nota a su alrededor”(4).
En la quietud, en el viaje ad-intra de la contemplación, en el reposo que moviliza la realidad alimenta la imaginación que es fuente de creación. Sentir, pensar, merodear, hacer.

El orden

Desde Adán el primer asombrado, inmersos en lo desconocido, atónitos nos conmueve la realidad cuya rareza fuera señalada por Chesterton en cuanto a que es obra de Dios; siendo que la ficción no lo es tanto por ser obra de nuestras manos. Incitación a la voluntad para actuar, a veces con angustia y otras con la alegría de la acción. En muchos con la indiferencia de la vaciedad que aflige a nuestro tiempo.

De la salud del espíritu nace la sed. La sed de Belleza, que no es otra cosa que la ansiedad por ordenar. Es conquistar un orden, concertar, componer. Nos preguntamos por el orden y acudimos a la respuesta escolástica como la disposición de cosas diversas en función de la unidad. “Ordenar un caos, he ahí la creación y si la meta del artista es crear hace falta un orden en el que el instinto será la medida”. “El creador auténtico no es solamente un ser dotado sino que es un hombre que supo ordenar un haz de actividades con miras a una finalidad cuyo resultado es una obra de arte”(5).

Alfonso Reyes aludió al arte como el triunfo de un orden ante el caos que ofrecen las realidades internas y externas.

La nueva existencia llama a reflexionar sobre las pertenencias culturales – espirituales que le dieron origen; depósito de un ignoto arcano. El sabor de la alegría en la obra realizada recrea la recordada visión de la Belleza en toda su perfección. Destino fatal, asumir como misión exteriorizar imágenes interiores recapturando el recuerdo atormentador con un esfuerzo tan gozoso como doloroso que exige paciencia, inteligencia y dedicación.

“El que siembra entre lágrimas cosecha entre canciones” dice el salmo, que si lo tuvieran presente muchos artistas no desesperarían en momentos de aridez e impotencia.

Buscar el sentido recóndito de las cosas con ansias de expresar el mundo de lo inefable.Sorprenderse con desconcertante inquietud ante el “Art Happens”: el arte sucede, a que se refería el pintor norteamericano Whistler. Un hacerse la luz, un exaltado alumbramiento fugaz, una energía desconocida.

En el evangelio de San Juan, en una frase llena de misterio se afirma que el espíritu sopla donde quiere. Epifanía de la Belleza.

Forma y Materia

La materia es “el elemento real donde el hombre, puede ser de hecho lo que en proyecto es en el mundo. Este le ofrece la posibilidad de existir, y a la par grandes dificultades para ello”(6).

El ente se nos aparece con la presencia de una cosa que ocupa un lugar en el espacio con forma y materia. Indisolubles en su esencia, son inseparables como cuerpo y alma. No existe una sin la otra. Dicha comunión es la obra. Es la obra el medio por el que nace la presencia del artista. “Significa ante todo que la obra hace que un artista resulte como maestro del arte. El artista es el origen de su obra. La obra es el origen del artista. Ninguno es sin el otro. Sin embargo ninguno de los dos es por sí solo el sostén del otro, pues el artista y la obra son cada uno en sí y en su recíproca relación por virtud de un tercero, que es lo primordial a saber, el arte, al cual el artista y la obra deben su nombre.” (7)

Materia que no solo es el sostén físico de la concepción, sino que es imagen por sí por la mano del artista. En la escultura la piedra canta con otro sentido que en la cantera. Ladrillos, cemento, piedras harán nacer una obra de arquitectura. Pigmentos, un trozo de cartón, una pintura; cuerdas, algún adecuado instrumento que atienda a la audición darán nacimiento a la música. Alguien que habla, aún ciego, un meturgeman, o que escriba, harán nacer una obra para literatura.Esfuerzo mediante el ser se manifiesta en ejercicio de una disciplina paciente y armoniosa de comunicación con la materia. Una labor constante, lenta, lúcido trabajo de todos los días vivificando en la materia de tal manera que la mano, la mente y el corazón del escultor trasciende el interés del geólogo y permite acceder a otra esfera del espíritu. Recordemos el “Parla” de Miguel Ángel al terminar el Moisés. Materia enaltecida por el trabajo del artista.Alumbramiento de una verdad merced al desocultamiento de las formas. Una Apertura al conocimiento que trasciende en la libertad y espontaneidad del sujeto estableciendo la posibilidad no solo de comprender la verdad sino también de afirmarla. La Belleza no sería otra cosa que la fijación de la verdad mediante la forma.

Estos conceptos aluden a la cosa artística como especie de sobrenatura y natura, proposición de dos partes que fuera tratada por los romanos en cuanto a la supremacía de una sobre otra y viceversa. Spiritu Litteram Vivificat. Verdad anticipada por Aristóteles al separar natura de Techne, arte, cualidad propia de la acción humana. La ecuación resultante dará nacimiento a una cosa nueva, cuya intensidad e importancia artística vendrá de la calidad de su mundo formal. De la distribución y ordenamiento en los lugares del espacio de las partes de la materia. San Alberto Magno en el opúsculo intitulado “De Pulchro et Bono” de lo bello y de lo bueno, precisa que el arte es el resplandor de la forma proporcionada en la materia.

Sólo es arte cuando la forma exterior modelada por el pintor alcanza como dice San Agustín una perfección semejante a la idea luminosa concebida en el interior de los números. (8)

El afinamiento de la percepción, con inocencia y humildad tiene por premio la alegría del resultado; donde se advierte la cosa viviente, su pathos comunicativo y enaltecedor.

El arte se explica a sí mismo. En carta a su amada Vittoria Colonna, Miguel Ángel le dice “te amo como la materia ama a la forma”.

Lo sobrenatural

Dios concibió al hombre a su imagen y semejanza como el fruto más noble de su proyecto al cual sometió al mundo visible como un inmenso campo para expresar su capacidad creadora. Orgulloso resultado de convertir y entender al hombre como un creador a semejanza de Dios.

Por sublime delegación el hombre un ente finito adquiere una potencia semejante a la del Creador un Alter Deus (según Alberti). Una gloriosa derivación (según Ficino). Delegación de lo alto que proveyó a todo el género humano los dones y el sentido de lo incompleto. Circunstancia misteriosa e inexcrutable que enfrenta al hombre recipiendario del regalo divino con el compromiso de su destino. De crear Belleza con la conciencia de la distancia insondable que existe entre el fulgor de la concepción y el tenue eco del resultado; con el respectivo regocijo y desasosiego. Creadores por delegación, la obra será una resonancia magnífica; evidencia de los dones recibidos por la que se debe rendir cuentas. No distraerse malgastando el privilegio del talento recibido para la percepción, comprensión y reordenación de la realidad. Humana limitación advertida por Valle Inclán; “el hombre no crea a lo sumo combina y compara”.

No todos están llamados a ser artistas en el sentido específico de la palabra. Poner en acto las potencias del talento dando forma estética a las ideas concebidas es cumplir con trabajo y esfuerzo el mandato divino y por ende un acto moral. Diferentes las disposiciones de la moral y el Arte; éstas se condicionan de modo recíproco “Al modelar una obra el artista se expresa a sí mismo hasta el punto que su producción es un reflejo singular de su mismo ser, de lo que él es y de cómo es. Esto se confirma en la historia de la humanidad, pues el artista cuando realiza una obra maestra, no solo da vida a su obra, sino que por medio de ella en cierto modo descubre también su propia personalidad(9). El artista habla por sus obras. Cada artista al asumir su vocación acepta el duro trabajo al que debe someterse y la responsabilidad que debe afrontar de “decir el mundo” tal cual como lo imagina y siente con la entereza que dimana del orgullo por el talento recibido. Por lograda que sea la obra debe entenderse que es fruto de una aceptada soledad, de un recogimiento interior.
Resultado de un estado colector de los ingredientes de la vida propia, de la convivencia humana y del mundo. Poner en obra esos ingredientes es parte del cumplimiento evangélico de fructificar los talentos. “La Belleza pregona en todas partes el misterio del Ser”(10). Es tarea sobrenatural expresar el mundo de lo inefable. En soledad.

Sin mirar al costado “la aprobación de los demás es un estímulo del que a veces conviene desconfiar. El sentimiento de la propia fuerza lo vuelve a uno más modesto” (en palabras de Paul Cézanne). Estos pensamientos conducen con fuerza a participar con San Alberto Magno en la relación entre lo Bueno y lo Bello. A este respecto Platón escribe: la potencia del Bien se ha refugiado en la naturaleza de lo Bueno.

La formación del concepto de un ideal “artístico humanístico”, aparece con Plotino, cuando sostiene que la fuerza creadora de la divinidad impulsa a la creación artística, y de esta manera una especie de aliento divino se trasmite al artista mismo. Recordando que Dios es el Supremo Artista. Y el artista se asemeja al creador en tanto elabora una nueva realidad con un sentido, un soplo y una espiritualidad propia.

“La Belleza es en cierto sentido la expresión visible del Bien, así como el bien es la condición metafísica de la Belleza”.

Viene del Génesis; Dios creó las cosas y dejó que el hombre les pusiera nombre. Ambiciosa faena el regalo divino de crear Belleza. Leopoldo Marechal en el ensayo intitulado “Descanso y ascenso del alma por la Belleza” (11), desarrollando el pensamiento de San Isidoro de Sevilla, hace camino hacia la fe por los peldaños de la Belleza. No somos Ángeles que si lo fuéramos no tendríamos que calmar esa sed inagotable de ponerle el nombre a las cosas.

Autonomía y Atemporalidad

El arte es autónomo no necesita prótesis de justificación. Se explica por sí y cualquier intrusión produce alerta y desconfianza. La Atemporalidad es sostén de su autonomía. Las formas que en la materia sostienen la Belleza no dependen de circunstancias de tiempo ni épocas para ofrecerse a la contemplación. Puede decirse que Autonomía y Atemporalidad son dos caras de una misma moneda.

El ser nace con el regalo de sus potencias y su desarrollo es ponerlas en acto. El artista debe cumplir su destino por sobre y a pesar de lo que lo rodea. Puede y necesita valerse del mundo pero no someterse al mismo. Ser en lo posible irreductible a sus influencias. Como lo recuerda Kipling en su famoso poema estar alerta al gran impostor: el éxito y el fracaso.

El arte (Búsqueda y encuentro de la pureza formal que persigue la Belleza) no debe confundirse con la política, la psicología; no es crónica ni periodismo; no es sostén de ideologías ni propagandas, es ajeno a modas y conveniencias de utilidad. Es un valor absoluto y eterno superador de épocas, anacrónica; atemporalidad que preserva su autonomía.

Ya se aprecia en el Antiguo Testamento, en Salomón celebratorio y dichoso y en Job el más desdichado; experiencia vigente para todos los tiempos de los placeres y de la realidad dolorosa de los males.

Existe la tendencia originada en el positivismo y el materialismo de explicar y entender racionalmente todo. El amor, por el psicoanálisis; los conflictos sociales, como una ineluctable lucha de clases; el arte como resultado de pueriles cuando no sórdidas causas; la Religión como el opio del pueblo. Un razonar corto y fácil, negador de la libertad y del libre albedrío.
Víctimas de la pereza, o de la envidia, las medianías carentes de coraje para las grandes empresas prefieren ignorar que todos los seres humanos con sus diferencias de grado pueden cumplir con dignidad su destino. Apelan al recurso de curiosidades malsanas y a causas patológicas al aproximarse a las obras de arte; seguramente para no reconocer la inteligencia y el esfuerzo de los demás.Las fijaciones tenaces de la cultura media llena con lugares comunes las cabezas vacías.

Van Gogh es tema por la oreja que se cortó en un episodio de extravío mental, pero no interesa su obra luminosa. Mozart rara vez abandona su búsqueda y con enceguecedora inteligencia y sabiduría recrea la visión de la Belleza en toda su perfección. Sin embargo se lo prefiere conocer por las debilidades de su vida social como cualquier ser humano. Igual con Poe y sus excesos; Lope de Vega y su vanidad; a nuestro gran pintor Miguel Carlos Victorica por desvíos por los que sufrió dolores y angustias.

Se trata de hacer una crónica de la vida de los grandes artistas, como que son vulgares como cualquiera y que en la temporalidad de sus existencias está la explicación de sus obras. La obra de arte no es un traje a medida para cada época. En la Autonomía y la Atemporalidad está la belleza perenne que permite el aprecio de la Belleza. Los halagos y miserias que rodean al artista, son cantos de sirena, solo superables por la indiferencia. “Jamás el artista puede ser enteramente comprendido por la mayoría, ni tampoco por la medianía”. (12)

En nuestros días Xavier Zubiri aludiendo a esta cuestión denunció a esta época como en un proceso de desfundamentación.

Cuando ya en el siglo XIX Baudelaire dijo que “La poesía es la negación de la iniquidad” estaba reafirmando la autonomía del arte por encima de las miserias de la historia.

Leopoldo Marechal, con el sarcasmo y el humor de su didáctica afirmó que “la Poesía y el Arte son una zarza hostil en el campo de puerros de la sociología” Sabiduría para entender que lo permanente “lo instauran los poetas” (Hölderling 14-167). Por lo que es necesario para la salud de alma recordar el verso de Quevedo:

“Polvo serás, más polvo enamorado”

El sabor eterno del arte actúa a destiempo. La buena pintura va unida a la distinción de su origen y a la claridad de la intención final del artista, sin importar épocas ni oportunismos.
Miguel de Unamuno decía que en arte no se está al día sino a los siglos aseveración que confirma que las manifestaciones del espíritu son autónomas y no marchan en compañía del calendario.

“The thing of beauty is a joy forever”. Keats

Origen

San Juan Pablo II definió al arte como la relación ontológica entre el hombre y su pueblo.

Las pertenencias culturales, existenciales que son los ingredientes de la propia vida, de su vinculación con el mundo, se enriquecen e impregnan con la realidad. La imaginación del artista consciente o inconscientemente se alimenta de particularidades que volcadas a su hacer alcanzarán, talento mediante una universalidad. El tránsito terrestre de todo ser humano, en convivencia con sus semejantes (primero en el hogar) con el paisaje, natural, urbano, cultural determinará un color, un sonido, una voz y un aroma que jamás lo abandona.

“Difícilmente abandona el hogar lo que mora cerca del origen”. Hölderlin 14,167

No recuerdo si fue Unamuno quien afirmó que lo original reside en el origen. Todo esto no olvidando que se presupone que la Belleza reside en la armonía de las formas. La chispa que enciende el “Suceder” nace en la espontaneidad propia del carácter de un pueblo. Leopoldo Marechal dijo que “el poeta es la voz exacta de su pueblo”.

La “circunstancia” referida en el concepto existencial de Ortega y Gasset, es la fuente de donde surge el lenguaje. Desde el más simple coloquial hasta el “pathos” comunicativo del más alto lenguaje del Arte. En la pintura, la escultura, la música, la poesía, la arquitectura y el urbanismo (adviértase la formación espontánea de pueblos y ciudades, con estilos tan propios). En todas las manifestaciones del pueblo se evidencian los colores, las voces, los aromas que a través de los siglos impregnan las conductas. Las relacionadas con el arte, y que es el objeto de estas reflexiones.

Los sentimientos de amor, de odio, de poder, de envidia son y serán esencia de lo humano, pero los pueblos lo expresarán con modalidades diferentes; como los gozos y dolores del alma humana. La dimensión del arte de esas expresiones y el espesor existencial de los artistas es lo que otorgarán el valor universal. En lo visual, la recta, la curva, el volumen, actuando en contrapunto, la distribución de la materia en el espacio; la Belleza formal siempre será autónoma, atemporal, universal. Las manifestaciones musicales desde las más simples a las más complejas. El lieder, canción popular como fuente de Beethoven y Schubert. La fuente folklórica del lieder es causa de la expresión nacionalista en Schubert y Schumann. Los colores y tonos particulares de la música de América. Los sonidos pampeanos, lejanos metafísicos, diferentes de los del altiplano. Quien les habla carece de la erudición de quienes podrían ahondar esta cuestión.

Análogas son las expresiones de la pintura: la de Buenos Aires, con aires cosmopolitas, españoles, italianos, franceses, con matices en el litoral que se acentúan en el norte con influencias cuzqueñas y de otros paisajes y costumbres.

La sola mención de un artista evoca su origen: Velázquez, Zurbarán, Murillo, Alonso Cano, Picasso, andaluces, Solares; Goya, severo, extremo aragonés.

El Quijote es inconcebible en otro lugar que la estepa castellana; como Wagner fuera de Alemania. Shakespeare, Dickens, Chesterton, en Inglaterra. Boudelaire en los boulevards de París. Genios florecidos en un origen. Elemental repaso enunciativo que nos confirma que los artistas son los epígonos de un pueblo, una nación. Una universalidad, elevada desde una particularidad.

Ortega y Gasset al referirse a las características predominantes en el hombre argentino que el trató, lo relaciona con el paisaje pampeano. Paisaje que describe como que comienza por el horizonte, con ausencia de elementos propios. Encontrándose allí la explicación de la desatención de los argentinos por las cosas inmediatas. Tal vez sea un tanto remoto este ejemplo pero la analogía contribuye a la comprensión del asunto.

Podríamos referirnos a la riqueza cultural de nuestra geografía que ocuparía una extensión alejada del tema central de estas reflexiones.

Observación que realicemos de un autor nos conmueve lo universal del drama artístico incubado a través de la particular motivación de su origen.

La globalización cultural que padecemos nos lleva a compartir la alarma de Claude Levi Strauss en cuanto a que es fundamental para la civilización preservar las costumbres y la riqueza de las culturas particulares.

Se trata del acceso de lo particular a lo universal. De Lieder a Schubert, de la emoción patriótica a Chopin; de la pequeñas y grandes cosas de Londres a Dickens y Chesterton; del mar a Conrad.

Martín Fierro y José Hernández; Cervantes y Don Quijote, La Pampa y La Mancha. La humanidad celebrará hasta el fin de los tiempos esta ecuación; amalgama milagrosa de tierra y genio. Recordemos a nuestro canto nacional.

“Cruz y Fierro de una estancia una tropilla se arriaron por delante se la echaron como criollos entendidos y pronto sin ser sentidos por la frontera cruzaron y cuando la habían pasao una madrugada clara le dijo Cruz que m...

Conmueven estos versos a todo argentino, por el sentimiento profundo de dolor y lejanía de una nostalgia anticipada.

Vayamos terminando esta ya larga reflexión con Leopoldo Lugones.

“En la Villa María del Río Seco al pié del Cerro del Romero nací y esto es todo cuanto diré de mí porque no soy más que un eco del canto natal que traigo aquí”.

Una última ligera alusión a la tarea del pintor que les habla. Busco indagar con serenidad la superficie, lo exterior de las cosas para concluir que en lo exterior ya está lo interior.
Pienso que la labor consiste en desbrozar con paciencia apartando lo que impide la claridad. Hacer visible lo invisible aquello que otorga a nuestra inteligencia y corazón categoría para el recuerdo. Una verdad estable y en reposo exige esfuerzo continuo de tensión interior. Dar a las cosas un nuevo nombre, un sonido distinto personal. Una altivez para ver lo ordinario en forma extraordinaria. Hacer que lo físico de las cosas por persistir en verlas, adquiera una presencia inefable que demande en el espectador condiciones de acostumbrada disposición para apreciar, que solo se adquiere con la percepción metafísica de lo que nos rodea.

Con pudor. Con el pudor con que se deben revestir las conductas más altas: Hacia la Religión, hacia el Arte; hacia el Amor y hacia el Dolor. Ricardo Güiraldez dedicó el “Don Segundo Sombra”

“Al gaucho que llevo adentro como la Custodia lleva a la Hostia”.

Señores miembros de la Academia del Plata agradezco la atención prestada a estos indisciplinados borradores de experiencia.

Agradezco el honor por la incorporación a la Academia del Plata.

Desde el arcano de los tiempos los artistas se han visto recompensados con la alegría de la obra lograda. En soledad. Soledad entendida por la poesía metafísica y profunda del poeta siciliano Aristide Quassimodo.

“Ognuno e’ solo sul cuor della terra traffito da un raggio di sole ed e súbito sera”.

“Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra traspasado por un rayo de sol y de pronto anochece ed e súbito sera”.

Quien así lo viva, sienta y piense está llamado a ser artista, asuma entonces su destino y lleve su carga y su grandeza. (13)


Bibliografía

1- Retrato de un artista adolescente. James Joyce.
2- Arte y Poesía. Martin Heidegger.
3- Reflexiones sobre el arte. Henry Matisse.
4- Carta a un joven poeta. Rainer María Rilke.
5- Reflexiones sobre el arte. Henry Matisse.
6- Meditación de la técnica. José Ortega y Gasset.
7- Arte y Poesía. Martin Heidegger.
8- Del libre albedrío. San Agustín.
9- Carta a los artistas. San Juan Pablo II.
10- Bien, Verdad y Belleza. Hans Urs von Balthasar.
11- Descenso y ascenso del alma por la belleza. Leopoldo Marechal.
12- Reflexiones sobre el arte. Henry Matisse.
13- Carta a un joven poeta. Rainer María Rilke.

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